LA GRACIA DE LOS COLABORADORES (Romanos 16:21-24) | Pastor Carlos Goya
El envío de saludos personales es continuado aquí, pero con esta diferencia: que los saludos previos eran los de Pablo mismo (vv. 1–16a) y los de “todas las iglesias de Cristo” (v. 16b), en tanto que, como contraste, los presentes saludos (vv. 21–23) son los de personas que, de una u otra manera, estaban asociados con el apóstol.
En esta labor misionera Pablo no está solo, pues Dios levanta para sus propósitos un grupo de colaboradores que acompañen a sus ministros llamados y reconocidos. Esto es importante, pues si consideramos según Efesios 4:11-12 que Dios constituye sus ministros, es porque hay santos que deben ser edificados y perfeccionados.
Esta es una buena evidencia de una membresía bíblica formada por miembros y oficiales cualificados.
Lo que puede ser el aspecto más desafiante en la labor misionera suele estar solo en su ministerio. Ecl 4:10 dice: «¡Ay del que está solo cuando cae y no tiene otro que lo levante!».
Cuando Jesús envió a los setenta y dos, fueron enviados «de dos en dos» (Lucas 10:1) y Pablo estaba más que dispuesto a formar parte de un equipo (Hechos 13:1-5) que a trabajar solo. También tenía una iglesia a quien rendía cuentas (Hechos 14:26-28).
Considerando esto, Pablo envía los saludos de sus colaboradores en Corinto a Roma, pues es en esta ciudad que se escribió la carta. Todos estos amados santos estaban comprometidos con la labor apostólica de Pablo y constituían un grupo fiel y diligente.
¿Por qué estaban tan comprometidos? Porque habían comprendido la gracia inmerecida de su labor y daban de gracia lo que de gracia habían recibido. El título de este sermón es LA GRACIA DE LOS COLABORADORES.