LA IRA REVELADA DE DIOS CONTRA EL HOMBRE 2 (Romanos 1:26-32) | Pastor Carlos Goya
Hablar de la IRA DE DIOS es conocer por la Escritura que Dios muestra su ira desde el cielo contra todos los hombres pecadores y perversos que detienen la verdad de Dios con su perversión.
Hablar de la IRA DE DIOS es conocer por la Escritura que toda la humanidad es culpable y radicalmente corrupta ante el Creador porque:
- rechazó toda manifestación de la existencia de Dios en las cosas por Él creadas.
- rechazó adorar a Dios y darle gracias como creador escogiendo su propia manera de adoración haciéndose necios en sus razonamientos.
- rechazó la verdad de Dios por la mentira adorando a las criaturas antes que al creador.
En esta estado de depravación, Dios los abandonó a sus malos deseos y a toda clase de perversidad. Hoy hablaremos de este estado final de perversión más desagradable de la humanidad que rechaza a Dios.
Estudiaremos estos versos de Romanos 1:26-32 en tres encabezados:
- ABANDONADOS A LA INMORALIDAD SEXUAL (26,27)
- ABANDONADOS A UNA MENTE REPROBADA (28-31)
- ABANDONADOS PARA CORROMPER A OTROS (32)
Nuestro texto de estudio para este mensaje es Romanos 1:26-32
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.