NO SE DEJEN ENGAÑAR, AUN NO HA LLEGADO (2 Tesalonicenses 2:1-6) | Carlos Preciado
A lo largo de la historia sectas como testigos de Jehová o adventistas se han atrevido en su entenebrecido entendimiento calcular la venida de nuestro Señor Jesucristo, aun dentro del círculo cristiano ha existido ese morbo de fijar fechas, como si el regreso de Cristo fuera algo parecido a una rifa o bingo que en cualquier momento te llega, eso ha levantado dudas, temor, llevando así a tener un mal entendimiento de la venida de nuestro Señor.
Algo parecido es lo que estaba pasando en la iglesia de Tesalónicas, al parecer algunos estaban especulando de cuando sería aquel glorioso Día, tenían un mal entendimiento acerca de la venida de Cristo argumentando que podría darse en un “pronto o cualquier momento”, es ahí que Pablo les advierte en contra de estar inquietos como si había llegado el final del mundo, es por eso que Pablo va a corregir esa errónea apreciación, afirmando que primero tendrían que ocurrir dos acontecimientos.
Al estudiar los eventos previos a la segunda venida de Cristo es necesario aclarar que no vamos a entrar en detalles, sino que iremos a lo general, sin desenfocarnos de una verdadera extracción del significado del texto a estudiar. En pocas palabras, tratare de ser sencillo, pero sin comprometer la verdad y claridad del autor inspirado por el Espíritu Santo, ya que la misma palabra de Dios tiene información infalible y necesaria, aquella que es de provecho para nuestras almas. De esta manera no estaremos esperando expectativas místicas y erróneas especulaciones.
Nuestro texto de estudio es el siguiente:
Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
(2 Tesalonicenses 2:1-6)