
En la Biblia, los falsos maestros y los fariseos son mencionados como personas que, a pesar de tener un conocimiento extenso de la ley y de las Escrituras, a menudo se apartaban de la verdad y engañaban tanto a otros como a sí mismos.
En el Nuevo Testamento, Jesús confronta a los fariseos en varias ocasiones, acusándolos de hipocresía y de centrarse en las apariencias externas en lugar de en el corazón y la justicia interior (Mateo 23:27-28). Los fariseos a menudo se consideraban a sí mismos justos y piadosos debido a su estricto cumplimiento de la ley, pero Jesús señaló que su corazón no estaba alineado con el espíritu de la ley, que es amor, misericordia y justicia.
Respecto a los falsos maestros, las epístolas del Nuevo Testamento, como 2 Pedro y 1 Juan, advierten a los creyentes sobre aquellos que enseñan doctrinas erróneas y llevan a otros al error. 2 Pedro 2:1 dice: «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, así como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.» Estos falsos maestros pueden creer erróneamente que están en el camino correcto, pero en realidad se engañan a sí mismos y a los demás.
Tanto los fariseos como los falsos maestros son vistos como ejemplos de personas que, a pesar de su conocimiento religioso, se desvían de la verdad y se engañan a sí mismos.
Este tema resalta la importancia de la humildad, la autoevaluación y el enfoque en el verdadero espíritu de las enseñanzas bíblicas que debe tener todo aquél que confiese a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida.