
La separación no es una actitud orgullosa ni una medida arbitraria, sino una obediencia necesaria cuando está en juego la fidelidad al evangelio y la pureza de la iglesia. En este artículo, exploraremos los niveles de separación que la Escritura demanda, y cómo aplicarlos con humildad y fidelidad.
1. SEPARACIÓN DE LOS INCRÉDULOS Y FALSOS MAESTROS
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14)
“Os ruego… que os apartéis de los que causan divisiones… y no sirven a nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 16:17-18)
“Guardaos de los falsos profetas” (Mateo 7:15)
El primer nivel de separación es claro: no debemos tener comunión espiritual con incrédulos ni con falsos maestros. Esto incluye alianzas ministeriales, compañerismos eclesiásticos o matrimonios espirituales con aquellos que niegan el evangelio o distorsionan las doctrinas fundamentales.
El apóstol Pablo y el mismo Señor Jesús advirtieron con firmeza contra la contaminación doctrinal y el engaño religioso. Un falso evangelio no solo destruye la verdad, sino también las almas que lo creen.
2. SEPARACIÓN DE OTROS CREYENTES
Aunque es más delicado, la Biblia también nos manda apartarnos de creyentes que viven en desorden o que desobedecen las enseñanzas apostólicas. Esta separación llamada a veces “separación secundaria”, no niega su salvación, sino que busca preservar la salud de la iglesia y restaurar al hermano caído.
2A. SEPARACIÓN DE CREYENTES DESORDENADOS
“Os ordenamos… que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente” (2 Tesalonicenses 3:6)
Esta no es una sugerencia, es una orden para todos los miembros de la iglesia. El desorden, según el contexto, incluía a creyentes que rehusaban trabajar, viviendo de los demás.
- Modelo de corrección: La iglesia debe imitar el ejemplo apostólico (vv. 7–10), donde el trabajo honesto fue una norma.
- Identificación clara: No todos son desordenados, pero quienes lo son deben ser señalados (v.11).
- Corrección directa: Deben trabajar y vivir honradamente (v.12).
- Participación unánime: Toda la iglesia debe colaborar en esta disciplina con amor (vv.13–15), no tratándolos como enemigos, sino como hermanos a los que se debe amonestar.
2B. SEPARACIÓN DE IGLESIAS VERDADERAS QUE HAN CAÍDO EN GRAVE DESORDEN
“Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apocalipsis 2:4)
A veces, iglesias que fueron fieles pierden el rumbo. Cristo mismo advirtió a Éfeso: si no se arrepentía, quitaría su candelero. No son apóstatas ni falsas iglesias, son iglesias verdaderas, reconocidas por su doctrina y práctica bíblica en el pasado, pero que han caído en un estado de desobediencia o negligencia espiritual seria.
Esta separación debe aplicarse:
- Cuando hay pecado grave sin disciplina (1 Corintios 5:13): La tolerancia al pecado público corrompe el testimonio de la iglesia.
- Cuando se rehúsa cumplir la gran comisión (Mateo 28:19–20): Una iglesia sin misión es una iglesia que ha perdido su propósito.
- Cuando adopta prácticas mundanas en la adoración (Santiago 4:4): La amistad con el mundo es enemistad con Dios. Una iglesia que busca agradar al mundo compromete su pureza.
Separarse no es dividir por gusto, ni alejarse por orgullo. Es una medida de obediencia, aplicada con lágrimas y temor de Dios, cuando se compromete la santidad, la verdad o la misión. El Señor nos manda a ser uno, pero no a costa de la verdad.
Preguntémonos:
- ¿Estoy unido con quienes niegan la verdad del evangelio?
- ¿Estoy tolerando el pecado de un hermano sin corregirlo en amor?
- ¿Estoy participando de una iglesia o ministerio que ha caído en desorden sin mostrar señal de arrepentimiento?
La verdadera unidad se encuentra solo en la verdad. Que Dios nos dé discernimiento, valor y humildad para practicar una separación bíblica, que glorifique su nombre.